El hilo de Ariadna
“…Saltó. E n un movimiento elegante lleno prácticamente de musicalidad impulsó su pequeño cuerpo y se situó frente a ella. Sus ojos se clavaron, la ató en esas milésimas de segundos a una realidad casi imperceptible a sus sentidos...”. En medio de la lluvia el olor a tierra mojada se fundía con el sol intentando funestamente alumbrar la oscuridad del día, algo tan sombrío como los pensamientos que recorrían la mente de Oysmy. Ella se desorientó de la realidad de una manera difusa. Con la mirada perdida en el horizonte intentaba recorrer ese laberinto de hechos inconexos, buscando el hilo conductor que le guiara. Tenía que escapar de esa situación que la apuntalaba en el epicentro, tan cerca del Minotauro; una recreación que no representaba más que el estado mental en el poco a poco se iba sumiendo, su laberinto interno de Creta. Oysmy no comprendía, no comprendía parte de lo que acaecía en su mundo. Como si el cielo estuviera conectado con la mezcolanza de su ser, el