El hilo de Ariadna



“…Saltó. En un movimiento elegante lleno prácticamente de musicalidad impulsó su pequeño cuerpo y se situó frente a ella. Sus ojos se clavaron, la ató en esas milésimas de segundos a una realidad casi imperceptible a sus sentidos...”.

En medio de la lluvia el olor a tierra mojada se fundía con el sol intentando funestamente alumbrar la oscuridad del día, algo tan sombrío como los pensamientos que recorrían la mente de Oysmy. Ella se desorientó de la realidad de una manera difusa. Con la mirada perdida en el horizonte intentaba recorrer ese laberinto de hechos inconexos, buscando el hilo conductor que le guiara. Tenía que escapar de esa situación que la apuntalaba en el epicentro, tan cerca del Minotauro; una recreación que no representaba más que el estado mental en el poco a poco se iba sumiendo, su laberinto interno de Creta. Oysmy no comprendía, no comprendía parte de lo que acaecía en su mundo.


Como si el cielo estuviera conectado con la mezcolanza de su ser, el agua empezó a caer con una intensidad peculiar y extraña para esa época del año. Así contempló como en el torrente de la lluvia se abría paso una pequeña figura, su cuerpo esbelto y delgado en un primer momento le pareció famélico pero cuando lo observó con detenimiento se sorprendió de la elegancia que presentaba. Las gotas le caían suavemente, dándole a su pelo cobrizo mayor intensidad. Su brillo se intensificó creando un insólito efecto en medio de aquel día, parecía que los haces del sol hubieran decido marcar su camino.


Curioso –pensó Oysmy- siempre había engendrado la idea de que los gatos odiaban el agua, sin embargo, este animal parece disfrutar sintiéndose mojado.

Se deleitó bajo aquella visión, saboreando cada momento que le escena le regalaba… era algo de una belleza extraordinaria, que nutría sin saber porqué su interior. Introducida en ese efecto hipnótico y sedante sus pies empezaron a desplazarse abriéndose paso entre los charcos mientras el agua recorría su cuerpo; ella fue a su encuentro. A un metro de distancia se detuvo. Sus pies se aferraron a la tierra, intentó levantarlos pero la fuerza con que la gravedad tiraba la ancló, sus intentos fueron en vano; la tierra la había cosido, allí, en ese punto exacto. Cuando desplazó su mirada a su alrededor pudo comprobar que la escena se había congelado, había dejado de transcurrir el tiempo.


Impertérrito, el gato se curvo dejando caer el peso sobre las patas traseras y… saltó. En un movimiento elegante lleno prácticamente de musicalidad impulsó su pequeño cuerpo y se situó frente a ella. Sus ojos se clavaron, la ató en esas milésimas de segundos a una realidad casi imperceptible a sus sentidos. A través de ellos, su retina empezó a captar imágenes compuestas por fotogramas lentos y pausados, sus oídos se agudizaron. Aquella cacofonía de visiones y sonidos, el despliegue de ese borrón intangible de cosas que se sucedían, representado por actores principales de su vida, era demasiado abrumador y mareante como para ser real.



Oysmy sacó fuerzas para tirar de su voz desde el interior de su cuerpo y en un murmullo casi inaudible le preguntó:

- ¿Quién eres?
- Soy Ariadna, Teseo –le susurró el gato sin apartar la mirada.




Soraya.

Comentarios

  1. Me ha encantado, Soraya. Una literatura mágica muy buena, he disfrutado leyéndote.

    Saludos.

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