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Mostrando entradas de febrero, 2018

Agente patógeno

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¡Qué fácil era! Observar, simplemente observar y todo iba a encajar, silenciosamente. Si no hubiera sido por esa tozudez de mantener en boga mis principios espirituales, esencia primaria de mi ser; me hubiera dado cuenta. ¡Ojo! Lo mío es algo casi patológico. ¿Casi? Por favor, “archipatológico” . Me inocularon la ingenuidad y se ha ido propagando por mi conciencia dando manifestaciones de una empatía muy beneficiosa para mi entorno animal. Cosa grave, porque -heme aquí- yo entiendo hasta a mi enemigo. Lo dicho, entre el cuadro sintomatológico de mi afección está la premisa de que nadie es malo. Así que se trata de entender cuáles han sido los mecanismos desencadenantes que han generado la mala voluntad de esa persona o ser. Y por qué será que el origen ignoto de su desasosiego, germen y razón soy YO. Un agente patógeno que conozco perfectamente y -vaya por Dios- mi sistema inmunológico lo detecta con sus anticuerpos: LE (Lo Entiendo), NTP (No Te Preocupes), LS (Lo si

Exequias

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Gritos eternos,  arremolinan los latidos del cuerpo;  Halan arrecifes pétreos,  estallan decrépitos.  Gritos de lamento,  inhuman el sentir del universo;  fragmento desolado,  desgarrado.  Vínculo de lágrimas,  que adormecen las palabras  calman…  y acallan…  Sepelio en el regazo,  acunan tus brazos.  Soraya.

Margen Izquierdo

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Aprendió a vivir en sus márgenes, en silencio. Ese espacio en blanco donde el lápiz mancha, a veces, adquiere una profundidad inmensa. Se convierte en un páramo insondable en el que se puede no sobrevivir. Es difícil subsistir en los puntos y aparte, casi todos lo sabemos. Pero -a veces- alguien escribe en los laterales, ampliando la historia, dejando rasgos y trazos; modificando el texto. Ni siquiera fue personaje secundario en la narración, no figuró en ella. Abarcó mucho más… con su propia existencia. Utilizó los espacios que siempre habían estado en blanco y, respirando de cada frase escrita en las entrelíneas, acomodó la mitad de sus sueños. Encajado sutilmente en los paréntesis de su vida conseguía formar parte de la historia. Su omnipresencia se extendió a todos los límites de sus páginas. En ese grado que no puede rebasarse fue donde encontró la frontera que jamás rebasaría, más allá del margen izquierdo él no existía. Ni a sus ojos ni a los de nadie. Sin em