El pecado de Eva
Recluyendo todo resquicio de doble moral, el instinto más primitivo afloró anulando cualquier atisbo de duda en mi conciencia. Como un animal que está a punto de ser devorado por su presa el corazón se me aceleró y, sin embargo, mis latidos se fueron acompasando siguiendo el ritmo regular de la respiración que me acompañaba. La trasparencia de mi mirada le proporcionó el impulso necesario… Cuando quise darme cuenta sus labios estaban demasiado cerca, inconscientemente reduje la distancia a la que estaba expuesta. Sin lugar a dudas, era su recompensa. En la impaciencia de una pulsión que se frena mis labios se deslizaron suavemente por su boca. Mi cuerpo se estremeció al sentir la humedad de su lengua excitando cada poro de mi piel. Mi sed aumentaba enardeciendo el deseo más extremo, agitada intenté recomponer el aliento pero mi ansia aumentó al sentir su cuerpo… su boca, su jadeo… me arrojó a devorar un solo deseo, arrancándole el gemido a las extrañas de su cuerpo pa