Agente patógeno



¡Qué fácil era! Observar, simplemente observar y todo iba a encajar, silenciosamente.

Si no hubiera sido por esa tozudez de mantener en boga mis principios espirituales, esencia primaria de mi ser; me hubiera dado cuenta. ¡Ojo!

Lo mío es algo casi patológico. ¿Casi? Por favor, “archipatológico”. Me inocularon la ingenuidad y se ha ido propagando por mi conciencia dando manifestaciones de una empatía muy beneficiosa para mi entorno animal. Cosa grave, porque -heme aquí- yo entiendo hasta a mi enemigo. Lo dicho, entre el cuadro sintomatológico de mi afección está la premisa de que nadie es malo. Así que se trata de entender cuáles han sido los mecanismos desencadenantes que han generado la mala voluntad de esa persona o ser. Y por qué será que el origen ignoto de su desasosiego, germen y razón soy YO. Un agente patógeno que conozco perfectamente y -vaya por Dios- mi sistema inmunológico lo detecta con sus anticuerpos: LE (Lo Entiendo), NTP (No Te Preocupes), LS (Lo siento) y el potente P (Perdona). Normalmente, mis linfocitos lo consiguen a la primera. De esta forma el enemigo se encuentra satisfecho, mi ser evoluciona como persona y mi ánima es más libre.

Otros de los síntomas de mi dolencia es la sinceridad, son brotes naturales que van en aumento e intensidad según el grado de inocencia establecido por confianza. Esto provoca alteraciones diversas y sus consecuencias son complicadas de paliar - venga a leerse en estas líneas que el umbral se alcanza en el círculo personal-. Dentro del tratamiento, por suerte, está la administración intravenosa de “No te voy a decir que no te has tomado demasiada confianza” por parte del personal sanitario correspondiente. Los componentes tienen un campo de actuación relativamente rápido y se focalizan en el agente infeccioso, es decir, YO, de nuevo. En ocasiones mis defensas que se encuentran demasiado bajas y es necesario el aislamiento hasta alcanzar los niveles normales. Desafortunadamente la ciencia aún no ha desarrollado el antibiótico para combatirme, por ello, no hay vacuna al uso para detenerme.

Lo peor es el cuadro psicótico de impulsividad, que cursa con la creencia errónea de despersonalización. Por lo visto no hay causa biológica que lo explique, se ve que no tiene base neuroquímica cerebral. Aunque su prevalencia va asociada a la presencia del síntoma anterior, no es un dato determinante, hay casos de pacientes con sinceridad que no poseen el cuadro “Psicoimpul”. Las fuentes documentales, y las escasas investigaciones empíricas llevadas a cabo sobre mi persona, apuntan a que su procedencia se encuentra arraigada en mi YO profundo. Cómo no, YO, de nuevo.

Así que YO, YO, YO…. –y menos mal que no alimento el EGO- no hay tú, ni el otro, ni ella, ni vosotros.

Soraya.

Comentarios

  1. ¡Buenísimo!

    Infección que se propaga, dolencia que me encanta.

    Genial, guapa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja... Me alegra que te guste este "agente patógeno"!!!

      Besos, Manuel!!!

      Eliminar
  2. Un texto de lo más original, Soraya, y que da mucho que pensar. Tal y como te muestras, yo no creo que hubiera que "combatirte", sino más bien al contrario, "clonarte". Ahora bien, como se trata de ti y no se nosotros, no sé qué sería lo mejor... :)

    Muy bueno, me ha gustado mucho.

    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Julia!!

      No sé yo... Lo que no mata, hace más fuerte o se vive con ello, jeje. Algo así era.
      Sí, el texto es para pensarlo, siempre lo intento cuando escribo... lo hacer pensar al que me lea, quiero decir.

      Me gusta que te guste

      Un beso grande!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Acariciando un solo sentimiento

La Crisálida

Una vida