En la obra perfecta
El mundo está lleno de pequeños movimientos, giros que se acompasan y se ajustan en un sinuoso baile completo, dando forma a un ritmo casi perfecto que silenciosamente marcan la vida. A sus 80 años, se podría decir que la vida le había regalado la existencia y la temporalidad de aquellas cosas efímeras que nos llenan de felicidad, le había mostrado la dureza, golpeado con fuerza… pero él siempre había conseguido equilibrar la supervivencia. Cuando el doctor se lo comunicó, ni siquiera le sorprendió. Hacía meses que su corazón ya no sentía, si bien cada impulso ventricular le recordaba que aún existía, su sístole y diástole le hacían saber que ya no podría. Ahora, su memoria se revolvía y escogía del pasado aquellas cosas que amarran, envuelven y protegen de las sombras, recorriendo ese atávico proceso que el ser humano llama vida. En el camino inverso de sus pasos no se sorprendió al ver que él aparecía. Ahora, que su existencia se extinguía bajo el calor de los años; él, su mirada