Aún recordaba el camino. Después de tanto tiempo, la cartografía de la vuelta se encontraba indemne e intacta dentro de lo que podía formar parte de su memoria. Caminaba lentamente, sus pasos tardos reflejaban el agotamiento. Ya no le quedan casi fuerzas pero, aún así, seguía. Cuando marchó al mundo de los humanos su magia la envolvía con un halo protector, unos destellos de amor que perdería o quizás le robarían. No supo de aquella realidad hasta que se descubrió inmersa y absorbida en la existencia de todo lo innegable. Faltaba poco por llegar, el camino se vislumbraba ante ella, abriéndole paso. El bosque estaba tan verde, los arces habían crecido con fuerza y, ahora, oponían una ligera resistencia a los destellos de luz de aquel extraordinario día. El camino cubierto por Nemorasa le trasmitían la paz que su alma necesitaba. Estaba bien, pronto llegaría. Con sus finos hilos de seda, iría envolviendo su ser, recordando todo lo que había sentido. Poco a poco, tejien
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