La chica que sacó mi corazón de paseo
Despertó agitado y enredado entre las sábanas. Su cuerpo estaba empapado de un sudor frío. Sin embargo, la noche estaba fresca, el aire que entraba por la ventana había enfriado la habitación convirtiendo la estancia en un espacio helado. Su cuerpo por el contrario ardía. Esos sueños recurrentes lo estaban mortificando a tal extremo que, a veces, no comprendía en qué mundo se movía. El onírico se estaba convirtiendo en su realidad constante, la lucidez se movía en una línea difusa que le resultaba difícil de separar y delimitar. Se levantó despacio y dirigió sus pasos hacia la ventana que estaba abierta, las cortinas se agitaban con el suave movimiento de la brisa, rozando las figuras excéntricas que adornaban su escritorio. Antes de cerrarla contempló durante unos instantes la noche. Estaba tranquila, sosegada, ningún ruido perturbaba ese equilibro casi perfecto. Y todo bajo la mirada atenta de una luna que la protegía; acompañada y escudada por sus estrellas, las siempre fieles y cel