Ella...


Pasó suavemente la mano acariciando lentamente la piel, sus dedos iban recorriendo todos los espacios y, así, palpando delicadamente la forma desliaba cada pensamiento. 


Sentada en la arena percibía los primeros rayos de la estrella; su nuevo día. Rozando su piel el mayor elemento y respirando la brisa que se ajustaba al baile silencioso de cada ola, tomó consciencia de los cuatro elementos que la envolvían... Tierra, Fuego, Agua y Aire… se mezclaban dando forma.

Con la serenidad del agua abrió cada una de las hebillas. Colocando sosegadamente en los extremos cada una de sus pequeñas manos, no dudó ni tuvo miedo al destaparla. Sí antes, llegó a comprender que ahora era el momento. Dejando caer la tapa con la calma del aire que le abrazaba, tranquilamente la depositó en la arena; el otro elemento. Había llegado el momento.

Ordenó cuidadosamente cada recuerdo. El orden era necesario. Sabía que debían ir encadenados, unos tras otros, formando un único trazo. Primero, introdujo el primer encuentro, un capricho quizás del universo. A su lado colocó la primera mirada, aquella que nunca se olvida y se aferra con fuerza. Le siguió la sonrisa que se hizo dueña, apropiándose sin dificultad de cada emoción; la que apuntaló el sentimiento. Colocó con especial esmero la corriente que envolvía a ambos, el magnetismo que la atrajo, el que pegó con fuerza sus cuerpos. Metió sus palabras, todas, cada una de ellas. Pero no las dejó solas, las acompañó de cada acto, de cada escena… de todo lo que no abarcaron y no dijeron.

Pasó la mirada entre aquellos recuerdos… No estaban completos, algo faltaba... 


Lo último que guardaría ocupaba el mayor espacio, su sitio estaba ubicado, recubriendo y llenado cada hueco de todo lo que estaba dentro.

Sentada, de frente, colocó sus manos en el pecho, seguía marcando el ritmo de la vida. Se deslizaron por la piel hasta llegar a la zona que ardía, ambas conocían el camino; el fuego, su fuego. Con las dos manos aprehendiendo con suavidad lo sacó sigilosamente, despacio. Lo observó sin temblar, sin parpadear… y lo vertió encima de todos los recuerdos, su corazón se amoldó sin miedo.

Cerró con determinación y ajustó las hebillas con la precisión exacta que requiere un solo momento.

Justo antes de levantarse, algo la detuvo. Sus manos recorrieron otro camino. En la pierna izquierda, antes de llegar a su tobillo… se detuvieron. La puerta de entrada, le recordaba los cuatro elementos… algo la detenía.

Se levantó y agarró la maleta.

Vendrás conmigo, recorreremos el camino.


Ilustración de Eduardo Ruiz

Soraya

Comentarios

  1. No se si cargar con la maleta sea lo recomendable o no, podríamos abrir un debate sobre si era mejor dejarla en la playa o llevarla con ella... Sin embargo lo que me encanto de Ella, es la claridad de que hay un camino por recorrer.

    Me gusto leer de nuevo este relato y creo que la primera vez no lo comente, así que aquí estoy para enmendar mi falta.

    Lindo relato, me encantan tus movimientos del mundo Soraya.

    Un abrazo

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    1. En el camino, creo yo, jejejej... es mejor cargar con poco equipaje. Sin embargo, hay cosas que llevamos porque definen nuestra vida...
      Estoy metiendo poco a poco mis relatos de la colección en el blog... así que leerás algún que otro repetido, jejejjej...
      Un montón de abrazos!!!!

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  2. Me fascina como escribes ... genial relato

    muchos besos y feliz jueves

    muuuackkks

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    1. María... wauuuu... que te fascine es un halago maravilloso!!! jejejej...
      A mí me pierden tus publicaciones.... son... como decirlo, ajustada a mis momentos.

      Miles de besos y que tengan un jueves espectacular!!!!

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  3. Genial relato, te pareces tanto en la manera de escribir a otro gran escritor que hace mucho no publica, Juantobe1, Muy bueno, aunque la maleta...

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    1. Quizás somos los mismos elementos, quizás soy su obra más imperfecta, quizás soy la copia que crea la diferencia...

      Esa maleta, viene conmigo...

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