Cenizas

Imagen extraída de Google

Ella, estaba allí, parada, mientras el tiempo continuaba deslizándose suavemente. Quizás, lo hubiera retenido o acariciado de haber sido posible… 

El mundo seguía girando, impasible, recordándole y haciéndole saber que estaba viva. Su cuerpo inmóvil, indiferente a todo lo que acaecía, se iba inundado de un dolor indescriptible; un solo pensamiento atravesaba su mente, tan distorsionado por los recuerdos que incluso dudaba que fuera real. Aunque buscaba cualquier retazo de realidad a la que aferrarse para poder proteger su mundo, su alma sabía que aquello que sentía, aquello que hacía que sus lágrimas silenciosas se deslizaran con delicadeza a través de su rostro, recorriendo sin prisa su faz... Aquello, indudablemente existía, y ella no podría alterar su curso. Se instauraba en pequeñas notas en su memoria, escribiendo poco a poco sobre el silencio más absoluto y transformando sus pensamientos con un sigilo casi imperceptible en algo completamente diferente.

Ahora, en ese espacio, inmóvil, estancada, marcando el ritmo de la vida con cada inspiración, susurrando suavemente a la temporalidad del ser con cada latido, con la mirada fija en un punto indescriptible… sentía un dolor desolador.

Retornar a un punto atrás, deshacer los pasos marcados sin dejar las huellas de los sentimientos y las emociones, recorrer a la inversa el camino para desvanecer la pena que la envolvía… No era posible, ni en el tiempo ni en su mente. 

Ahora, todo había cambiado. 

Allí, de pie, con la mirada recorriendo el espacio y el tiempo, mirando de frente al mundo, observando las marcas de cambio, empezaba a desglosar las ínfimas sensaciones llegando a comprender por qué…

Soraya