"Cor unum et amina una"


Hacía tanto en frío en el andén. Tuvo que ajustarse el abrigo y se ladeó el sombrero intentando resguardar su rostro del hálito gélido que desprendía la mañana. Los rayos empezaban a mostrarse pero su timidez no permitiría derretir la nieve de la noche. Todo estaba helado.


Se estiró de cada guante deshaciendo los pliegues marcados en sus manos y las contempló durante un instante. Al fondo se escucha las voces amontonadas. El trasiego matinal formaba parte de sus pensamientos en susurros lejanos, acompañando al viento glacial que cortaba la respiración esa mañana.


Ilustración propia. Matterhorn o Cervino (desde Zermatt)
Respiró profundamente desplazando su mirada, deseaba retener los destalles de una estación que marcaría indeleblemente en su memoria. Sus ojos se detuvieron al contemplar tanta belleza, 4.478 metros alzados al cielo. Se desprendió del sombrero dejando desnuda su cara y su piel sintió la caricia del viento. No era la más grandiosa elevación de esta tierra. Aun así, siendo una entre otras, se elevaba con magnificencia. Hermosa, era la palabra exacta. Hermosa entre tantas… Ante aquella imagen se detuvo en el tiempo. 

Una frase se adueñó de su pensamiento ocupando todo el espacio: “Cor unum et anima una”.

Charlott tenía una sola vida y había decidido vivirla. Allá donde la llevará… ella no se negaría. No tenía miedo, aunque sabía que quizás en el camino sufriría. Descubrir que todo era un sueño. Saber que la realidad en la que se enmarcaba, definía su actitud y su vida en esos momentos no coincidían, podría costarle demasiado. Pero Charlott Whymper viviría. El precio de un sueño, de una vida, lo merecía. 



Comprobar y saber. Sí no era real, tenía que saberlo. Su abuelo se lo había demostrado… alcanzar un sueño, desafiar el tiempo. Edward la había alimentado en la libertad de un pensamiento. Esa filosofía constituía su fundamento; formando y componiendo su esencia.



Puso su corazón al descubierto, habló de sus sentimientos… Y, a pesar del tiempo, no sentía haberse equivocado. Tampoco esperó nada a cambio. En el mundo en el que se movía, sus sentimientos desafiaban toda una realidad que apelaba a la lógica y entendía que podía ser sólo su sueño.

Volvió a colocarse el sombrero… y bajó la cabeza. Al final de las vías, el tren se acercaba.

Al despertar aquella mañana, tuvo la sensación de que algo era diferente. Durante la noche había nevado y todo estaba cubierto de blanco, un maravilloso regalo. Preparó su café tranquilamente mientras inspiraba su aroma, deleitándose en ese olor que despertaba todos sus sentidos. Su sabor amargo era uno de sus mayores placeres. Con ese olor dentro se colocó el viejo jersey de lana, fuera hacía frío. Agarró la taza y, después de dar un sorbo, salió a la terraza. Charlott le había regalado aquel momento, un amanecer entre sus pensamientos. Ahora, en claroscuro de la noche y la vigilia de la mañana la recordaba. 

Se sentó observando como la luz iluminaba todo el espacio que alcanzaba a vislumbrar. Enfrente estaba ella, una de las montañas más esplendidas… Iluminada por los rayos te envolvía con su aura, hipnótica y elegante entre otras cualidades la hacían diferente. La definió con una frase… “Un solo corazón y una sola alma…" y al hacerlo su mente se paralizó. Se puso de pie para contemplarla… “Cor unum et anima una”. Sonrió al pronunciarla.


Locución latina traducida literalmente como
"Un solo corazón y una sola alma".


Con la imagen en la retina, Catherine volvió a sorber de la taza e instintivamente desvió su cabeza hacia a la estación… 

“Charlott era su sueño... no la perdería”.



Nota: El 14 de Julio de 1865, Edward Whymper asciende por primera vez al Matterhorn o Cervino, desde Zermatt (Suiza) convirtiéndose en el primer alpinista que pisa su cumbre. Whymper, luchó por un sueño, desafió el tiempo y la lógica porque así lo sentía. Alcanzó la libertad de un pensamiento y una vida.
En la vida debemos luchar por lo que sentimos, aunque desafiemos la lógica y el tiempo. Sólo tenemos una vida y nuestro compromiso con ella es vivirla. Eso nos lo debemos a nosotros.
Nuestro mayor miedo debería ser no sentirla.  Así lo pienso.

Soraya.

Comentarios

  1. Me quito el sombrero ante ti !!!Sería una delicia y un placer leer algún libro tuyo y si lo escribes seré la primera en comprarlo. Además, apoyo tu idea: Nada es imposible, hay que intentarlo todo porque al final del camino algún logro habremos conseguido. Sigue así!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Manal!

      Tus palabras me halagan... muchas gracias, con el corazón en la mano. Saber que tú me leerías, es maravilloso. No tengo pretensión, ni la idea de escribir un libro, pero si te digo algo... Si un día publico algún texto de manera oficial, en mi reconocimiento y agradecimiento, tú estarías presente porque cada comentario de ánimo, cada palabra que alaba mis letras... Aquellos que me leéis y comentáis en mi blog... sois una parte importante y no olvidaría ninguna de las personas que han alimentado y han apostado por ellas.

      Mil gracias por este comentario que no merezco.

      En la vida todo es posible porque su objetivo es vivirla y al final del camino lo habremos conseguido, solo hay que saberlo, jejeje...

      Muchos, muchos besos!!!

      Eliminar
  2. Un texto hermoso en su forma y en su fondo, Soraya. Me gusta el mensaje positivo y vitalista que transmite la historia. Ojalá fuéramos capaces de tenerlo siempre presente y hacer de nuestra vida el regalo esplédido y lleno de oportunidades que es. Lástima que tantas veces tengamos miedo de disfrutarlo...

    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Julia!!!

      Tener miedo es la virtud del valiente ¿Qué es la valentía sin conocer el miedo? Nada!!!!
      Si se nos olvida tendremos que poner una nota que diga:

      SOLO TENGO UNA VIDA
      AHORA VERAS...
      "La viviré con sus penas y alegría, me lo debo"
      YO.

      Jejejej... Mil gracias, Julia, por leerme y estar aquí!

      Un beso enorme!!!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Acariciando un solo sentimiento

Una vida

La Crisálida