En el silencio...



A través del cristal las gotas de aguas chocaban a un ritmo descontrolado contra el suelo, empezaba a llover. El cielo se había teñido de los grises más bellos, alumbrados por esos destellos de luz que tanto le apasionaban. 
"Las gotas caían… y la tormenta se abría paso”.



Imagen extraída de Google


A escasos centímetros de él se encontraba ella. Sentir su presencia tan cerca lo mantenía allí, aferrado, mirando a través del cristal. No podía volverse. Ese giro de su cuerpo le llevaría al desconcierto, enfrentarse a su mirada le hacía rozar el pánico. Y lo que sentía… no era miedo, no.


Cuánto deseaba tenerla cerca… El olor de su cuerpo le había perturbado todas las noches enajenando todos sus sentidos, convirtiéndose en un sueño que lo acompañaba constantemente. La dulzura de su voz se había transformado en una melodía que acariciaba todos sus pensamientos. Su boca era el camino que deseaba. Poder sentir el recorrido de su lengua y la humedad de sus labios, morderlos, devorarlos lentamente, saborearlos y deleitarlos… No era sólo un anhelo, no.

Imagen extraída de Google
Acariciar su cuerpo haciéndola estremecer y suplicar… en un susurro ahogado, que no se detuviera. Recorrer con su boca cada centímetro de su piel. Deslizarse con su lengua por sus senos y encontrar un solo camino. Lamer cada espacio de su sexo para sentir sus gemidos… y escucharla implorar que siguiera con cada uno de sus jadeos. Envolver su cuerpo e iniciar esa lucha de placer, sintiéndose dentro de ella en cada movimiento ajustado de su cadera, embestirla suavemente hasta hacerla perder cualquier atisbo de consciencia para terminar derrotados el uno contra el otro, sintiendo el compás de los latidos, perdido entre los cuerpos… detenidos en el tiempo; ésa, era su tormenta.

Volverse y mirarla era su mayor temor. No podría detenerla.

A través del cristal, observando… sintiendo… y a tan poco espacio de ella era lo que le daba forma a su silencio.

Y, allí, donde no mediaban las palabras, donde el espacio se definía y sólo se escuchaba el sonido de cada gota de agua haciendo que la lluvia hablara… Él, se giró. 

Estaba demasiado cerca.

A un escaso espacio de su boca y debilitado por el contacto de su cuerpo. Rozando sus labios, suplicó… 

“Por favor, no lo hagas… moriría por ello”.


Soraya.


Comentarios

  1. Soraya, te leo con anhelo. gozo cada palabra bien hilvanada que narra una historia corta, y en esta ocasión, ademas de erotica deja un sabor a suspenso. felicitaciones.

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    1. Nauro, que disfrutes de la lectura de mis textos es un placer enorme. Gracias, miles, por leerme.
      Me alegra mucho que te haya gustado.
      Te deseo un feliz comienzo de semana.

      Saludos!

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  2. Y siempre tendré esa gran duda:¿Cómo conseguís los escritores crear tal belleza y majestuosidad con las palabras?¿Cuál será el secreto que les permite proyectar la magia ante nuestros ojos?
    Simplemente hermoso Sotriva. Como las otras veces me tienes rendida a tus pies.
    Besos

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    1. Hola, Manal!

      Me alegra que te guste :-). Al escribir cierro los ojos, hay algo que me gusta cuando leo... es que las palabras se deslicen. Me gustan mucho las palabras, siempre he sido algo rara. No me considero escritora pero si escritor es el que escribe ,en este caso, a lo mejor, lo soy. El secreto creo yo que está en tus ojos (en los ojos del lector) ellos ven la magia.

      Gracias miles por leerme, eso si que es un placer.

      Muchos besos!!!

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  3. Un estupendo relato con un delicioso y cálido aporte de erotismo. Un amor que cuando se siente y desea a alguien, el simple roce o recuerdo te hace partícipe del encuentro amoroso.

    Excelente relato Sotriva.
    Saludos.

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    1. Hola, Mila!

      Que te guste el relata me encanta. Gracias!

      La pasión, el deseo... difícil de controlar, capaz de llevarte a la locura. Una mirada, una sola, y uno o una puede estar perdido...

      Abrazos y besos!!!

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